Presentan libro «Caldo de Cultivo» escrito y editado por la profesora Natascha de Cortillas
El libro «Caldo de Cultivo», escrito y editado por la profesora del Departamento de Artes Plásticas, Natascha de Cortillas, ha sido presentado a la comunidad penquista, y que hace hincapié en el desarrollo artístico como una plataforma de colaboración y participación.
En este libro colaboraron en la contribución de textos, Noelia Carrasco, antropóloga de la Universitat Autónoma de Barcelona y docente del Magíster en Arte y Patrimonio de la Facultad de Humanidades y Arte; y Loreto González, curadora independiente de Iquique. Fue financiado gracias al apoyo de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la UdeC, a través de la unidad de Creación Artística.
De acuerdo a lo informado por la profesora Natascha de Cortillas, esta obra «quiere dar cuenta de una serie de residencias y estadías que he emprendido en mi proceso de investigación visual entre los años 2008 y 2017 . Explorando diversos territorios y paisajes en su condición cultural, social y productiva, sitúo la cuestión alimentaria como un espacio crítico y reflexivo para activar el encuentro con sistemas locales donde el alimento actúa como el difuminador de los límites geopolíticos referenciales».
De este modo, dijo, «se propone un escenario donde las transformaciones, adaptaciones y re-producciones del cocinar y del comer forman parte de un constructo ideológico, histórico y cultural –un hecho social total 1 – en que la dimensión biopolítica de la comida refleja y significa los usos de la alimentación en los cimientos de la vida cotidiana. En estas prácticas culinarias, se hace relevante el trabajo con los relatos locales que operan como metáfora discursiva, pues decantan un levantamiento de producciones culturales de lo comestible y permiten pensar en las transformaciones de los alimentos y sus significados simbólicos como posible espacio de construcción de comunidad».
Sostuvo la académica que «por ello, la comida no sólo satisface las necesidades de supervivencia, sino que además participa en un ejercicio constante de memoria e identidad social en preparaciones heredadas de generación en generación. La residencia y el viaje funcionan, entonces, como una acción que se retrotrae hacia las periferias del norte- sur de Chile, buscando proveerse de redes y relaciones que incorporen al otro como parte del ejercicio de visibilidad y lectura de esta memoria situada y localizada».
Explicó -además- que el diálogo culinario que se instala en este archivo de imágenes y ejercicio editorial opera como un mediador entre el arte, el territorio y los sistema sociales, cualidades que dotan de sentido a una práctica artística que se instala desde su propia precariedad para pensarse en escenas periféricas, muchas veces minimizadas y tanta otras abandonadas u olvidadas.
«Así, este traslado culinario se mueve por ferias libres, recetas de comidas, preparaciones territorializadas, y sistemas de producciones alimentarias, que entiende el quehacer artístico como una plataforma de colaboración y participación social que busca equilibrar las grandes paradojas de la escena contemporánea globalizada. Un ejercicio que, desde las escenas alejadas de los grandes polos de desarrollo artístico, interroga, problematiza y arroja una discusión estética y ética respecto del arte», dijo Natascha de Cortillas.