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Reportaje: La precariedad del mundo de la cultura y las artes en tiempos de pandemia


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Trabajadores culturales, artistas, educadores e instituciones del área, se han visto gravemente afectados por el cese de actividades y la cancelación de su programación a nivel nacional como efecto de la pandemia del Covid-19, a lo que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ha respondido disponiendo fondos de apoyo para el sector. Por su parte, los trabajadores de las artes, demandan mayor asistencia por parte del Estado y replantear su rol en el campo cultural.

Entre el 23 de marzo y el 13 de abril del 2020, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio dispuso una encuesta online para conocer el estado de las y los trabajadores culturales de todo Chile, la cual fue respondida por 13.147 personas naturales y 1.932 representantes de organizaciones culturales del país. Según consigna el medio La Tercera, de este sondeo emergió una cruda realidad: el 85% son trabajadores independientes, sin contrato, y de ellos, el 79% no tiene un ingreso estable. Sumado a esto, el 83% dedica casi la totalidad de su actividad laboral a la cultura, las artes o el patrimonio. Para este universo, los mayores problemas vinculados a la pandemia han sido la cancelación de actividades (36%), disminución de ingresos (26%) y la postergación hasta nuevo aviso de actividades culturales (17%). De estas casi 15 mil personas y entidades culturales, el 72% percibe que su situación económica actual es mala o muy mala, y los mayores problemas por las medidas preventivas son: la imposibilidad de generar una nueva agenda, la disminución del ingreso percibido y la cancelación de la programación de actividades.

Ante este panorama, surge la necesidad de repensar cuál es el rol de la cultura y el arte en la sociedad chilena actual. Citando al filósofo e investigador alemán, Thedor Adorno, y su teoría de la Industria Cultural (publicada en primera edición pos segunda guerra mundial), los bienes culturales y obras devienen en productos, que a su vez son sometidos a la categorías de “consumo” y “distribución”, propios del mercado y del modelo neoliberal. Estas obras como productos, han generado un problema filosófico sobre qué entendemos por arte, por cultura, y por públicos. Este último concepto ha derivado paulatinamente en “usuarios”, y en las últimas décadas a “consumidores”, dotando de sentido a esta cadena de procesos, con una clara orientación hacia el modelo neoliberal como fundamento filosófico y político. Interesa revisar en esta trama, cuáles son las visiones de la institucionalidad, de los trabajadores culturales y artistas, y de los gestores locales para comprender las profundas problemáticas que envuelve el actual estado de la cultura y las artes en tiempos de pandemia.

El Plan de Emergencia del Ministerio de las Culturas

Carolina Tapia Krug, ex alumna del Departamento, Licenciada en Artes Plásticas y Magíster en Educación de la Universidad de Concepción, es actualmente Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio en el Biobío. Con una nutrida trayectoria en el sector público y privado en el ámbito de la gestión cultural, la autoridad reconoce que la región vive un escenario complejo para los trabajadores culturales, enfatizando en cómo el cierre de las instituciones ha afectado el sistema cultural y la industria creativa: “Este escenario es complejo, ha impactado la fuente laboral de muchas personas que trabajan en nuestro sector y de manera directa los ingresos de cada uno de ellos. Como Ministerio, en este escenario de emergencia sanitaria nos hemos visto obligados como funcionarios públicos y como institución a replantearnos la implementación de nuestras políticas públicas, y rediseñar la distribución de instrumentos y recursos. Esto nos ha obligado a migrar a nuevos formatos, como la utilización de plataformas virtuales, y migrar los contenidos artístico-culturales hacia lo digital, lo que también trae otros escenarios, como la formación de nuevos públicos. Entonces es importante analizar lo que nos obliga a replantear y reformular, pero también las consecuencias positivas que aquello puede traer, como captar nuevos públicos que están más ligados a las plataformas virtuales”, describió.

Artistas y gestores culturales de todas las disciplinas, han hecho un llamado al Gobierno y a las entidades estatales a resguardar y proteger a este sector que desde el retorno a la democracia, no ha obtenido una legislación robusta que los proteja en materias de salud, previsión social o seguros laborales. En este escenario de pandemia mundial y confinamiento, los y las artistas han emitido diversos postulados, tanto en mensajes por redes sociales, columnas de opinión en medios de comunicación, como también a través de sus producciones. Testimonio de esto último, es la intervención lumínica del colectivo DelightLab en la Torre Telefónica en Santiago, con la palabra “Hambre”. Si bien el objetivo de esta acción se vincula a la legítima demanda de un sector vulnerable de la población que requiere de un insumo básico para la vida de las familias, como lo es la alimentación, también podría ser contextualizado al sector de la cultura y las artes, en un mensaje polisémico que interpreta tanto a la población en situación de pobreza, como al gremio que representa.

En palabras de la autoridad cultural, Carolina Tapia comenta que se trabaja arduamente para comprender todas las aristas del complejo escenario que enfrenta el mundo de la cultura, para dar solución concreta a necesidades urgentes: cesantía, cese de sueldos e incluso el cierre de proyectos: “Como Seremi de Cultura del Biobío tenemos la obligación y la responsabilidad de poder generar espacios de colaboración y diálogo  en conjunto para continuar la misión de fomentar el acceso a la cultura y las artes a toda la ciudadanía a través de acciones institucionales e iniciativas como  “Hasta encontrarnos”,  y  “Activa Biobío”, que involucran un trabajo colaborativo de artistas y espacios culturales de nuestra región”.

La cultura como un derecho humano

La cultura y las artes otorgan el 2,2 % al producto interno bruto (PIB) nacional, lo que da cuenta de la importancia de la denominada industria creativa para el desarrollo del país. Esta denominación, clasifica a la creatividad dentro de las lógicas del capital y es una  tensión que las y los artistas deben aprender a manejar en el ejercicio profesional de sus labores. Claudia Rivera, ex alumna del Departamento de Artes Plásticas y artista educadora, es parte de la Asociación de Grabadores del Biobío. Trabaja desde hace una década en el programa ACCIONA de la Seremi de las Culturas de nuestra región y actualmente se encuentra cesante. Su crítica sobre el panorama cultural refiere a la institucionalidad como al propio quehacer artístico: “La situación actual de la pandemia ha dejado en evidencia las profundas desigualdades que existen debido al demoledor modelo neoliberal que nos rige. Durante años, el arte y la educación vienen siendo debilitados, tanto en el acceso como en su calidad, generando en la sociedad consecuencias evidentes como falta de pensamiento crítico, por dar un ejemplo”.

Según detalla la artista educadora, la construcción y el entendimiento de la vida desde una mirada sensible y humana en relación con el otro, son posibles de promover desde el arte, la cultura y la educación. Los artistas son grandes aportes en esta construcción de una sociedad más empática, ética y sostenible, potenciando valores sociales desde la experiencia de las prácticas creativas entre otros/as. En ese sentido, el rol del arte difiere de las mecánicas del mercado y se sitúa como un tema social, comprendiendo la cultura como un derecho humano. ¿Pero cómo puede surgir esta labor social en tiempos de pandemia?: “Como artista visual los procesos de creación se mantienen intactos. Hay más tiempo para la investigación y menos distracciones, eso es positivo. Como educadora artística, ha sido nefasto ya que mi situación se vio afectada en un 100%. Llevo trabajando por 10 años en el Programa ACCIONA dependiente del Mincap, quedé sin trabajo junto a  30 artistas (solo de este programa). También es necesario considerar que ninguno de nosotros cuenta con un seguro que podamos cobrar para vivir durante estos meses, pues tenemos contrato a honorarios, lo que significa que no hay pago de imposiciones, pero sí retención de impuestos desde el 2019”. Claudia Rivera, destaca que el escenario laboral es un gran tema en la cultura y las artes a nivel nacional y local, permitiendo entrever que el problema del financiamiento y la situación laboral de los y las artistas es un desafío que   hace años es un problema latente entre los trabajadores de la cultura. Por lo tanto, este fenómeno mundial del Covid-19 sólo ha agudizado un escenario ya tensionado por diversos factores: “En un año normal las y los artistas educadores que trabajamos en el programa ACCIONA desarrollamos nuestra labor desde abril a diciembre. Tenemos contrato a honorarios y los pagos se realizan por clases ejecutadas. Si el Liceo o Escuela suspende las clases nosotros no tenemos pago. Durante los períodos de vacaciones de invierno y fiestas patrias, casi no recibimos ingresos, y de enero a marzo quedamos cesantes, sin siquiera poder tomar vacaciones ni descansar para solventar los meses sin sueldo. No hay pago de imposiciones, no hay seguro de cesantía, no tenemos derecho a tomar licencias médicas. Esa es nuestra realidad, nuestra precariedad”.

Una mirada que también aporta al panorama de las/os artistas y trabajadoras/es, es la de  Constanza Schmidlin, Licenciada en Artes Visuales UdeC y tallerista de la Corporación Cultural Artistas del Acero  hace seis años. Además se  desempeña principalmente de manera autónoma en encuadernación, conservación del arte y tallerismo independiente, la artista detalla que debiese haber una reestructuración completa del sistema cultural, que debe iniciarse en el sistema educativo, donde no se quiten horas a las disciplinas de música y artes visuales, sino que se creen programas educativos que den espacio y tiempo en aula a la recreación, experimentación y elaboración de proyectos artísticos por parte de niños y niñas de nuestro país: ”Creo que es importante desarrollar una actitud crítica desde los colegios y escuelas, más espacios de visibilización a los artistas también, no sólo en las galerías de arte, sino en un programa de Gobierno que integre las formas de visibilizar el arte. Por ejemplo que en las escuelas artísticas de enseñanza superior integren en sus mallas las necesidades de la sociedad del mundo del arte, un traspaso de información, ¿qué necesita la sociedad en términos artísticos, culturales? Eso va a tomar años, pero debe haber un cambio de consciencia para que las personas puedan valorizar el arte y en eso debemos seguir trabajando los artistas, y seguir organizándonos, autogestionándonos, porque depender del Estado 100% tampoco me parece bueno”.

Desafíos y oportunidades de la cultura en tiempos de pandemia

Moira Délano es también exalumna del Departamento de Artes Plásticas, ex Seremi de Cultura del Biobío y actualmente Directora de Relaciones Institucionales de la VRIM UdeC. La gestora cultural comenta que es necesaria una mayor presencia del Estado en el mundo del arte, tanto en el ámbito laboral, como en facilitar su acceso y democratización: “En este escenario, la situación del sector cultural en Chile no es distinta a la precariedad planteada por otros organismos en nuestro país (por ejemplo la salud). Incluso se estima que por la ausencia de políticas públicas en cultura la situación es más dramática que en otros países del continente donde se desarrollan estrategias de subvención escaladas, más permanentes y sostenidas que las que otorga nuestra institucionalidad cultural. En consecuencia, las crisis del estallido social y la sanitaria, suman ocho meses de inestabilidad e imposibilidad de desarrollar la actividad “normal”, lo que evidencia un escenario muy vulnerable que hoy obliga a pensar en nuevas políticas”.

Según señala Délano, se requiere abordar con urgencia un salvataje al sector cultural en Chile que incluya artistas, gestores, realizadores, instituciones, e infraestructura cultural, ya que actualmente están imposibilitados de desarrollar la importante labor que realizan en sus territorios. Así también, es necesario dar soluciones concretas a las situaciones de precariedad laboral de sus trabajadores, las que deben ser apoyadas transversalmente por el sistema público, en sus distintos niveles territoriales, y  desde instituciones de la sociedad civil, el sector productivo y entidades internacionales, proceso que debe liderar el Estado, con la urgencia necesaria: “Esta crisis y nuevo escenario abre oportunidades impensables en Chile para una nueva gobernanza y que antes del 18 de octubre del año pasado no eran visibles. Ello debe servir para replantear los modelos que hasta ahora hemos tenido como sociedad. Todas y todos tenemos alguna responsabilidad que asumir, jugar un papel activo, ya que nos gusta decir que “la cultura es el alma de una comunidad” y hoy es cuando eso debe ser una realidad”.

El dilema de la presencia y ausencia del Estado, es una pregunta que desde el retorno a la democracia se ha situado como una de las grandes interrogantes del mundo de la cultura. Un sector demanda mayor presencia y apoyo tanto en el acceso a la cultura, como en la producción y difusión, mientras que un ámbito más reducido, aboga por la creación de un mercado cultural que satisfaga de manera privada las tremendas desigualdades que existe por ejemplo, en el acceso. Claudia Ortiz, académica y coordinadora del Título en Gestión Cultural de la Carrera de Artes Visuales UdeC, plantea que a lo largo de estos tres meses de confinamiento, han surgido varias respuestas acerca del rol del Estado en la cultura y las artes, las cuales van desde la importancia para estrechar lazos comunitarios hasta la ampliación del acceso a la cultura en formatos digitales: “La cultura y las artes son como una especie de cobijo en el confinamiento. En el caso de Chile, estos tiempos de emergencia se unieron a nuestra crisis social que explotó en octubre de 2019. Por lo que vemos una continuidad respecto a la precariedad en la que hemos vivido de algunas u otra forma las mayoría de las/os/es chilenas/es/os. Y en este sentido, a mi juicio, los desafíos son enormes y a largo plazo”, sentencia.

Para la historiadora y docente, las problemáticas están a la vista en nuestro país. Entendiendo por “país” una gran franja territorial, con sus particularidades y diversidad. Según menciona, hay un doble discurso que está instalado, el problema no se sitúa solamente en si el Estado inyecta más o menos recursos, sino en nuestras micro y macro prácticas, en la importancia real que se le da al campo del arte y de la cultura en los distintos ámbitos de la sociedad: “Esta doble discursividad claramente traspasa las políticas culturales, sean nacional, regionales o comunales: por un lado la cultura importa, pero por otro no hay un proyecto a largo plazo que supere las rencillas políticas y/o los intereses por brillar de muchas de las personas que trabajan en cultura, “de capitán a paje”. Así, con falta de un Estado comprometido, gobiernos que poco apuntan a un proyecto en común y a largo plazo, autoridades locales pendientes de hacer carrera y acumular poder, el mundo de la cultura (incluido los artistas) asoma su precariedad permanente, pero muchas veces silenciada, vivendo al límite permanentemente, en los bordes. Y los que no, son la excepción”, concluyó.

 

(Reportaje producido por el Encargado de Comunicaciones del Departamento de Artes Plásticas, Gonzalo Medina).