Visita guiada
 

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Debes confirmar con 30 días de anticipación. Las visitas se realizarán con un cupo de 40 personas como máximo.

Las (In)Visibilidades en la cultura penquista: mujeres y prácticas artísticas en resistencia


Memoria, género y archivo conforman la investigación y muestra (In)Visibilidades: Archivos de Artistas Penquistas 1980-2015, desarrollada por las docentes del Departamento de Artes Plásticas Bárbara Lama Andrade y Natascha de Cortillas Diego, junto a la socióloga y Magíster en Antropología Social Constanza Vergara Andrades, exhibición realizada con el objetivo de (re)pensar el rol de las mujeres en el arte, con una perspectiva de género.

La muestra forma parte del ciclo expositivo “Construcciones de Archivo en Arte”, financiado por la Vicerrectoría de Vinculación con el Medio, patrocinado por el Departamento de Artes Plásticas y auspiciado por el Magíster en Arte y Patrimonio (MAP) de la Universidad de Concepción. Este ciclo comprendió una revisión de la historia del arte local, desde la modernidad hasta lo contemporáneo, y tuvo tres momentos expositivos: la exposición Las concepciones de las artes visuales en Concepción entre 1940 y 1960, curada por el director del MAP e historiador del arte Javier Ramírez; la muestra Concepción, te devuelvo tu imagen. Arte y política 1972-1991 organizada por la docente y artista visual Leslie Fernández, junto a los periodistas Carolina Lara y Gonzalo Medina, y finalmente la exhibición de (In)Visibilidades: Archivos de Artistas Penquistas 1980-2015 inaugurada en la Sala David Stitchkin de la Galería Universitaria, y que sólo alcanzó a estar abierta al público dos días, al verse suspendida la programación cultural regional por la pandemia del COVID-19.

Abarcando temporalmente el período de la dictadura cívico-militar en Chile (1980) y la sociedad líquida del siglo XXI en la era contemporánea (2020), la curaduría de las tres investigadoras , integró la participación de 11 artistas de diversas disciplinas y dos colectivos  que organizaron los archivos, entre ellas: Uca Torres Mora, Arinda Ojeda Aravena, Colectiva Urdiendo Memorias, Paola Aste von Bennewitz, Pilar Hernández Arroyo, Brigada de Mujeres Muralistas, Susana Chau, Valentina Villarroel, Camila Cijka, Karina Kapitana Aguilera, Eileen Kelly Millán, Orietta Escámez, Ibigail Díaz, Paulina Yáñez Navarrete y Leyla Selman Soto. En el montaje participaron Maritza Macaya, Jazmin Bouring, Pablo Arancibia, Juan Carlos Valenzuela, Taller Despunte (Lota), Sara Luna, y Daniel Boom.

Proceso investigativo

Indagar en el archivo y la memoria desde una perspectiva de género, llevó al equipo a  abordar  la noción de visibilidad y de invisibilidad como un problema histórico tratado por el feminismo (en cuanto movimiento social y político, y pensamiento epistemológico crítico). Así lo define Constanza Vergara, realzando el encuentro de individualidades y colectivos  que agrupó voces, vivencias y relatos experienciales en torno al arte y el archivo, una cartografía corporal que permitió identificar aquellas que son representativas del contexto, tanto por su influencia en el área disciplinar, en la escena cultural, como por su producción artística: “Nos preguntamos qué mujeres artistas se han insertado dentro del campo cultural penquista desde la década de los ochenta hasta la actualidad, con producciones en distintas áreas de las artes (teatro, danza, fotografía, gráfica, grabado, poesía, dramaturgia, música, arte sonoro, audiovisual, arquitectura, entre otras) y a través de entrevistas contextuales pudimos dar forma a un mapa de actoras”, precisó.

Este trabajo colectivo y colaborativo entre artistas e investigadoras, promovió el diálogo y reflexión relevando las subjetividades de todas las miradas participantes. En este sentido, Constanza Vergara menciona la importancia de concebir a la mujer fuera de los marcos conceptuales hegemónicos, buscando nuevas visibilidades de esta identidad: “Quisiera enfatizar en tres pistas que se esbozan en los archivos: la diversidad de identidades de género existentes en las múltiples sociedades, pero que en la actualidad se encuentran mucho más visibles, observando un desplazamiento de la binariedad de los sexos y una problematización crítica respecto al ser mujer y los roles históricos asignados. También se manifiesta reiteradamente el problema sobre lo íntimo que también es político, centrando  la discusión en temas como la maternidad y los tiempos destinados en la reproducción de la vida, cuestionando las formas patriarcales y capitalistas respecto a lo que se considera válido para la producción, y que es lo que finalmente las instituciones hegemónicas deciden valorar y por tanto mostrar, visibilizar”.

Por su parte, el ejercicio de mapeo, permitió observar las relaciones entre las artistas y las escenas en tres generaciones: en la década de 1980 a 1990, el decenio 2000-2010, y desde el 2010 hasta nuestros días. “Realizamos entrevistas biográficas a la mayoría de las expositoras enfocándonos en su experiencia de vida. El diálogo giró en torno a tres momentos: una auto-presentación de ellas y su biografía, el contexto socio-político donde se insertan como artistas, y la forma de producción artística, indagando en si se definen dentro del género femenino, y si creen que eso de alguna forma ha determinado su producción y qué es la visibilidad y la invisibilidad para ellas”, sentenció la socióloga Constanza Vergara.

 

(In)Visibilidades, mujeres y resistencias en la vida cultural

 

A propósito de la conmemoración de los 40 años del Golpe Militar el año 2013, se realiza un trabajo comunitario donde participó la trabajadora social Ester Hernández Cid, llegando a conformar junto a otras mujeres el Colectivo Urdiendo Memorias en 2016, cuyo objetivo es visibilizar la violencia política y sexual vivenciada por las presas políticas durante los períodos de cautiverio. A través del relato de Ester Hernández, las investigadoras pudieron acceder a registros de memoria que hablan de abusos y crímenes de lesa humanidad: “Una de las violencias más invisibilizadas de quienes fuimos prisioneras políticas del régimen, fue la violencia sexual ejecutada por agentes del Estado, como una forma de control y disciplinamiento al cuerpo de las mujeres”. Gracias a la iniciativa del colectivo llamado Visibilizando a la Mujer Política (VAMP), Urdiendo Memories fue invitado en el 2016 al Centro Cultural por la Memoria La Monche. Tras cuatro meses, el proceso de trabajo culminó con una imagen colectiva titulada “Mujeres. Memorias. Resistencias”, mural fotográfico que visibiliza la violencia política sexual vivida por dichas mujeres y que fue producido en el sector Lorenzo Arenas en Concepción. A partir de este trabajo, estas agrupaciones decidieron producir un relato de resistencia como ejercicio para transmutar el dolor, y resignificar los eventos ocurridos en una obra teatral que itineró por centros culturales y espacios comunitarios de la región del Biobío durante 2019. “En ese sentido, nuestro colectivo se ha configurado como un lugar para dar voz y participación a mujeres que fueron y continúan siendo políticas. Durante la dictadura, las compañeras que estaban en las cárceles, las compañeras de los prisioneros, empezaron a bordar, a hacer tejidos, a pintar, a escribir como una forma -al principio- de sobrevivir a las duras condiciones económicas que se vivían por la situación de prisión, desaparecimiento y asesinato de sus compañeros, padres, esposos, hijos e hijas”, explicó Ester.

Estos archivos, tales como objetos, bordados, textos y testimonios, son trascendentales en la investigación sobre (in)visibilidades. Por su parte, el relato, permitió develar retazos de memoria de las mujeres en dictadura, transitando entre el trabajo comunitario, cultural y activista. Ester recuerda: “A pesar del miedo, y de las condiciones en que se vivía, las mujeres participábamos en diferentes organizaciones de base, en partidos políticos, en la resistencia, en ollas comunes, comedores populares, y hubo organizaciones sólo de mujeres, como el Comité de Defensa de los Derechos de la Mujer (CODEM), el Contingente Marta Ugarte, la organización de Ex Prisioneras Políticas, la Coordinadora 8 de Marzo, también Mujeres por la Vida, Madres Universitarias, y el Comité de la Tercera Edad Javiera Carrera, entre otras. En todas estas organizaciones, había una expresión del arte y la cultura y distintas formas de difusión: boletines, programas de radio, afiches, volantes, jornadas de recreación, grupos folklóricos, de teatro, de danza, de poesía, de cine. Así, las mujeres hicimos frente a la dictadura a través del arte”.

En la actualidad, las nuevas generaciones siguen participando de manera activa en organizaciones comunitarias, políticas y culturales. Una de ellas es la Brigada de Mujeres Muralistas, que nace en Curanilahue en enero de 2019. Pamela González Paz, profesora de artes plásticas, participa de la brigada y ha realizado junto a otras mujeres una pintura mural en los muros de la Sala David Stitchkin con motivo de la muestra, llevando este lenguaje característico del espacio público, a un lugar cerrado de exhibición: “Las participantes de la brigada expresamos la necesidad de crear y expresarnos usando el muralismo como herramienta política, para entregar una visión crítica al sistema patriarcal, visibilizando la resistencia ante la violencia hacia las mujeres, indígenas, lesbianas y niñas, como también la explotación de la tierra. Luchamos por la defensa de los territorios, de sus seres,  la flora y fauna, los elementos de la naturaleza y  los saberes de las personas que la habitan“, detalló Pamela.

 

Experiencia estética

La muestra (In)Visibilidades, Archivos de Artistas Penquistas, tuvo tres ejes en la curaduría: archivo documento, archivo obra y archivo objetual, categorías que fueron producto del proceso dialógico de investigación y que organizaron la exposición por medio de diversos lenguajes tales como la pintura mural, el arte sonoro, instalación y once vitrinas con archivos personales. A la entrada de la sala, un lienzo de tela producido por la Colectiva TeCosiste advertía: “Cuanto duele pasar por el corazón” citando una frase de los lienzos y marchas del movimiento feminista en Chile. Luego, un mapeo en construcción invitaba a los espectadores a inscribir nuevos nombres, complementando esta nómina de artistas, a través de la visibilización de mujeres artistas en el campo cultural local. La instalación sonora (de AOIRLAB) presentó extractos de audio biográficos, relatos de vida de todas las integrantes de la exposición recopilados a través de una entrevista semiestructurada realizada entre septiembre 2019 y enero 2020. Once vitrinas organizadas en la sala de manera circular, presentaron archivos, fotografías y objetos; materialidad que testimonia el relato personal y conjuga (visualmente) experiencias culturales comunes que permiten lecturas diversas y plurales, reescribiendo relatos intersubjetivos como un ejercicio de memoria y visibilidad. Los dos murales, uno realizados por la Brigada de Mujeres, y otro producido en el muro por Ibi Díaz, fueron propuestos como ejercicios de intervención directa en la sala, y funcionaron como dispositivos visuales de acciones callejeras, entendiendo el contexto que las define. Por último, obras y videos de archivo generaban un relato intersubjetivo de este ejercicio de visibilidad.

Natascha de Cortillas Diego, docente y artista visual, detalla que el contenido de las once vitrinas que conformaban el archivo de la muestra, tenían por objetivo ser un discurso testimonial de vivencias resguardadas en la memoria de cada una de las mujeres partícipes de la exposición: “En la muestra vimos vitrinas que comprenden el archivo como aquel documento que testifica la existencia vivida, ya sea mediante fotografías, diarios, bitácoras, textos etc. Este material jerarquiza una información que es adoptada de acuerdo al propio ejercicio de representación de quién las lee. Allí, las referencias son acercamientos orgánicos a estructuras formales”.

 

Archivo y memoria

Esta experiencia estética, mediada por documentos, obras y objetos, fue una oportunidad para entrever el ímpetu político de una producción cultural realizada por mujeres penquistas durante los últimos 40 años. Según relata la académica Bárbara Lama Andrade, fue un ejercicio testimonial, donde los discursos fueron leídos en sinergia para generar nuevos debates sobre la visibilidad de la mujer en el campo cultural:

“Considerando el contexto social de salud pública en que nos encontramos, la exposición no pudo exponer el valor y rol que esperábamos de visibilizar parte de la historia de la producción de artistas locales. Su proceso de producción y su puesta en escena tuvo un fuerte impacto que esperamos pueda sortear las dificultades sanitarias y encontrar caminos de discusiones nuevas. El trabajo metodológico implicó una investigación multidisciplinar con cruces etarios en los encuentros, con debates y propuestas diversas entre las actoras que creó y afianzó lazos de comunidad donde antes había dispersión y olvido. Cuestionamientos e inquietudes respecto de la historia e identidad de género artístico, así como también orgullo sobre nosotras mismas”.

La investigación y la muestra que materializa el trabajo recopilatorio, revela la importancia del archivo en el arte, como ejercicio de una memoria viva que cuestiona constamente la concepción de la mujer en el mundo de la cultura, los roles que se establecen a partir de esta identidad de mujer, tensionándolos y deconstruyéndolos. Según define Bárbara Lama, la importancia del archivo resitúa su potencial como constructor de una memoria colectiva, en este caso, aportando a la (in) visibilidad de las artistas penquistas: “Creo que el mayor aporte es poner en movimiento discursos sobre memoria local que no necesariamente responden a un sentido unívoco de las artes ni de las cuestiones de género. No esperábamos dar, contestar ni afirmar quiénes son las artistas, ni siquiera por qué las hemos olvidado. Antes bien queríamos conocernos, humildemente presentarnos y mirarnos unas a otras”.

(Reportaje por Gonzalo Medina, encargado de comunicaciones del Departamento de Artes Plásticas UdeC.)

 

 


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