Comentario de Teatro: Ximena Ramírez y el eterno legado que deja en el teatro

Por Patricia Henríquez Puentes
Departamento de Español UdeC
Su partida esta semana deja una estela de recuerdos en torno a su gran aporte al desarrollo de la escena local.
Estas palabras se proponen como un homenaje y en este sentido, una celebración en honor a Ximena Ramírez Grandi, de las mujeres más destacadas de Concepción por su aporte al desarrollo del arte y la cultura.
Su nombre se asocia a las fundadoras de la tradición teatral penquista y del sur de Chile: Brisolia Herrera, Berta Quiero, Orieta Escámez, Mireya Mora, Lucy Neira, Inés Fierro, Shenda Román, Delfina Guzmán y, entre otras, Aída Garcés.
Sintetizar su legado sería decir que los actuales acontecimientos teatrales de los que goza esta ciudad, le deben mucho a Ximena y su generación.
A saber, una cartelera teatral permanente, acompañada de iniciativas diversas asociadas a la formación de audiencias; una experimentación escénica sistemática conducente a problematizar las relaciones con los espectadores y espectadoras y, entre otras cosas, un interés persistente por propiciar una dramaturgia textual y escénica sustentada en la investigación de aquellas dimensiones de la realidad veladas por los poderes imperantes.
Motivada por un macroproyecto cultural, Ximena Ramírez se dio a la compleja tarea de mantener una cartelera propositiva escénicamente, atenta a la dramaturgia chilena, como a los asuntos político culturales más sentidos de la región y el país.
Fueron más de 60 años dedicados al teatro como una opción de vida, basada en una férrea amistad tramada en torno al arte tea-tral. Cultivó la amistad a lo largo de su vida. Entre otras, la amistad de una de las dramaturgas más importante de este país, Isidora Aguirre, quien encontró en ella a una amiga y profesional comprometida con el poder transformador del arte teatral.
Es por conocido que Aguirre recibió y aceptó muchas invitaciones, desde la década de 1960, para venir a Concepción: su arribo siempre tuvo una primera parada en el hogar de Ximena. Es más, siempre prefirió su casa para alojar y no un hotel.
Esa amistad tenía raíces, basadas en el cariño, reconocimiento y confluencia de miradas de realidad que se fortalecian mutuamente. Amistades así dan frutos esplendorosos, e Isidora Aguirre escribió «El retablo de Yumbel» (1986) para el elenco teatral que Ximena Ramírez dirigía.
TEATRO CON PASIÓN
Ximena Ramírez se formó en la Escuela de Teatro del TUC (1957), junto a otrosactores y actrices que constituyeron y dieron forma al ecosistema escénico de la ciudad desde fines de 1950: Juan Arévalo, José Chesta, Norma Gómez, Berta Quiero y Gustavo Sáez, su marido durante más de 60 años. A comienzos de la década de 1960, se sumó a un proyecto que vino a fortalecer la escena que en ese tiempo estaba siendo protagonizada por el TUC, se sumó a la fundación del TEDEC, Teatro Experimental de Concepción, primer elenco organizado por actores y actrices egresados del TUC.
A los pocos meses fue rebautizado como Teatro Independiente Caracol, figurando como subdirectora Ximena Ramírez. En 1971, cuando el TUC celebraba 26 años, vino el primer montaje del recién inaugurado Teatro El Rostro, elenco que dio inicio a sus actividades con «Amor a la africana» de Isidora Aguirre.
Hoy, el Teatro El Rostro da continuidad al legado de Ximena, manteniendo encendida la llama que ella portó durante más de seis décadas. Gracias, Ximena. Te recordaremos con el corazón en cada sala y acontecimiento escénico de esta ciudad que te vio vivir apasionadamente.